I. Pedro Figari en hipertexto

¡Esta es una revisión vieja del documento!


A Ildefonso Pereda Valdés. París, 19 de abril de 1932. Preservada en el Departamento de Investigaciones y Archivo Literario de la Biblioteca Nacional de Uruguay.



Paris, 19 de Abril de 1932

Mi querido amigo:

Como verá en el sobre, mi nuevo domicilio, que pongo a sus órdenes, es 157, rue de l'Université (VIIe). Su carta., sin ernbargo, me llegó esta mañana a las 7 1/2, bien que se hallase dirigida a mi antigua casa de la plaza del Panteón. Veo que se mueve Vd, y que trabaja y lucha, cosa no poco apreciable, especialmente por allá, por aquellas tierras donde se vive más bien a la espera del maná, cómodamente, en cuclillas y tomando mate. Su actividad y la de otros amigos, afines, denota que la nueva generación está ya mordida por la noble ambición de construir.

Lo que dificulta y embaraza, f'uera de la falta de arnbiente estimulador, es que no sabe uno a punto fijo que es lo que antes debe demoler, para construir rnejor. Nos hallamos como en el caso de readaptación de una casa vieja a las necesidades modernas, en el cual es preciso echar abajo los antiguos paredones de setenta centímetros de espesor, para substituirlos por delgados tabiques de chicholo, si no f'uese mejor establecerse con toda la vivienda en un rinconcito, y hacer jardín de todo lo demás. La vivienda tiende a ser “pied-a-terre'', más bien que pretencioso caserón para que circulen en chancletas las negras y mulatas, acarreando mate desde la madrugada hasta que anochece, siempre que a los amos no se les ocurra lavar también sus tripas por la noche, y verdearlas.

No que sea borrica, pero es demasiado lenta la humanidad para evolucionar. Si anda lista para ir acoplándose todos los adminículos que se le ofrecen por el progreso industrial, (botones, timbres, ligas, resortes, cinturones, etc.) no anda tan presta para cambiar de ideas, por mucho que se le hagan demostraciones, ni usos y costumbres. Así es que vemos andando por ahí con polainas y zapatos de charol a muchos que conservan la misma alma que cuando se andaba en chancletas. Eso es lo malo, pues nos deja ver claro que el llamado progreso es solo aparente muy arnenudo.

Otros viven alocados, frenéticos de novedad, también con el alma de los días viejos, y quisieran ser modernos en toda la amplia acepción que se concede a esta mágica palabra de nuestros días.

Yo, que vivo acurrucado en este rincón silencioso, tratando de observar antes de echarme a nado, en este medio no poco saturado de novedad y novelería, pero donde aun quedan espíritus reflexivos, sensatos, empeñados en formarse una conciencia lo más cabal que les sea dado obtener, antes de opinar, comprendo lo juicioso de este régimen, y hago lo posible por no dejarme marear con cascabeles y cintas de color.

Ahora bien: no deja uno de preguntarse si no volverán los tiempos