I. Pedro Figari en hipertexto

¡Esta es una revisión vieja del documento!


Consideraciones sobre la nueva escuela penal, en LA REVISTA DE DERECHO, JURISPRUDENCIA Y ADMINISTRACIÓN, año 5, nº 1-24, Montevideo, setiembre de 1898 - agosto de 1899, pp. 203-204.




Señor Director de la revista científica Criminología Moderna.
Buenos Aires.

Distinguido colega: En el número último de la interesantísima revista que usted dirige, he leído una crónica sobre el proceso Butler que me ha confortado mucho. Empeñado como estoy en la reparación de un error judicial tan grave como evidente, podrá imaginarse si la autorizada palabra de aliento que se me envía, trae consigo nuevas energías para perseverar en la lucha emprendida á nombre de la justicia más clamorosa.

El juicio que hace la Criminología Moderna sobre el proceso Butler tiene doble significación en este caso, puesto que, además de la competencia científica del selecto personal de su redacción, hay la garantía de que ningún prejuicio ha podido parcializar su claro criterio. La solidaridad que existe entre los pueblos y los hombres en las cuestiones que afectan sentimientos de justicia, no basta para perturbar las conclusiones de un veredicto. Confiésole, pues, que la revista criminológica ha retemplado mis convicciones, mis energías y entusiasmos.

Como admirador de la escuela moderna he leído con fruición esa revista. Me halaga hallar reflejado aquí, como un eco sudamericano, robusto, vibrante, argentino, podría decirse en la doble acepción de la palabra; un eco, digo, á la palabra de los notables positivistas italianos que se han lanzado á la vanguardia de una noble cruzada contra las tenebrosidades del delito. La acción de los siglos, con su pasmosa civilización, no había hallado aún el camino que debía emprenderse para despejar tales tinieblas. Recién ha poco, la escuela experimental ha descubierto la buena vía y bajo tales auspicios es de esperarse que se halle una profilaxia para dominar ese tumor social que, si bien no causa quizá tanto daño como otros flajelos, le miramos con más horror. Me parece, sin embargo, que es una utopía llena de lírico romanticismo el soñar con la extirpación total del delito; apenas si la mayor cultura, bien diluida, conjuntamente con sabias medidas preventivas, apresurará la evolución natural, haciendo entrar más prontamente las formas crudas y violentas de la criminalidad en moldes menos brutales y menos dañosos. ¿Quién puede, por lo demás, predecir las proyecciones de la conquista alcanzada?

La nueva escuela inquiere las causas del delito empleando medios científicos, antes que los vanos tanteos de un empirismo ineficaz y enervante; y es verdaderamente asombroso y satisfactorio afirmar que esta escuela se ha impuesto ya: ¡realidad que parece un sueño cuando recordamos el hondo sentimiento de repulsión con que se recibieron sus primeros ensayos, no ha mucho! La luz que emerge de esta nueva senda sobre el problema de la delincuencia, empieza á iluminar un campo vasto, vastísimo, donde fuerzas invisibles arman infatigablemente el brazo de los enemigos de la sociedad. De allí se desprenden para hacer sus correrías, sin dejarnos ver más nada que algunos rehenes á los cuales recién la ciencia ha interrogado, para disipar las obscuridades impenetrables en que vivían acampados. Lo que más horripila en el cuadro que se ha descubierto es que su característica es la inconsciencia. Ese sello colocado en la faz humana es el que más aterroriza.

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