I. Pedro Figari en hipertexto

¡Esta es una revisión vieja del documento!


En la Escuela de Artes y Oficios, sin firma, en Anales Mundanos, nº 15, Montevideo, enero de 1917



EN LA ESCUELA DE ARTES Y OFICIOS

En el pasado mes la Dirección de la Escuela de Artes y Oficios inauguró oficialmente su primera exposición de objetos allí confeccionados. Fue una amplia manifestación de elevado arte que evidenció con suficientes titulo el encumbramiento de esa institución, coronando con éxito, los esfuerzos gastados en su organización y perfeccionamiento.

Habituados al concepto modesto que nos merecen las iniciativas y esfuerzos nacionales, influenciados por el vicio colectivo de empequeñecernos por voluntad, dados al pesimismo ingénito que esteriliza la labor y ensombrece el mérito; antes que a la admiración, estas manifestaciones terminantes de elevación de espíritu nos inducen a la sorpresa. Es menester el convencimiento de toda la significación de un acto artístico, como la Exposición inaugurada en la Escuela de Artes y Oficios, para que nos despojemos de prejuicios y vistamos al juicio que nos merece esa institución nacional y la labor de su director para brindarnos ese exponente elevado de arte; con el elogio generoso que auspicia y estimula.

Si historiamos la vida de la Escuela de Artes y Oficios hallaremos etapas significativas. A un propósito modesto que fue motivo de su creación y que perduró por varias décadas, cuya finalidad era dotar a la sociedad de obreros aptos que arrancados a la ineptitud o quizás a la holganza fueran mañana factores eficaces en el desenvolvimiento económico del país, prestando su concurso a la acción industrial; elementos de hábil preparación en los distintos oficios y trabajos que dan existencia a la fábrica y al taller. Dio en estas etapas rico fruto la referida institución dotando al medio industrial de preparados artesanos. No obstante, se creyó conveniente ampliar sus límites, vigorizar la enseñanza, impulsarla hacia terrenos de más elevado nivel, multiplicar el capital efectivo de la institución, seleccionando su personal docente y mejorando sus talleres y demás útiles de enseñanza. Al efecto se contrató personal europeo y mismo a su director, y se sustituyeron nuevas dependencias. Era siempre escuela de obreros, en su segunda etapa. Quizás haya sido ésto, motivo de la corta duración del sistema directriz de la Escuela de Artes y Oficios, que pasó a manos del inteligente y distinguido compatriota doctor Pedro Figari, en los momentos en que el descontento presionando a todos, daba el convencimiento de que era menester polarizar el sano empeño de elevar a esa Institución, invirtiendo los procedimientos seguidos y confiando la dirección a quien, poseedor de las infinitivas condiciones que se requieren, fuera aún antes de emprender la labor, motivo de seguridad del éxito a obtenerse, quitándole a ese recinto, el rol de experimentador de cualidades y condiciones de sus hombres dirijentes.

Por eso surgió la candidatura del Doctor Pedro Figari con carácter ineludible y a él se confió la difícil tarea.

Al comenzar con este nombramiento la tercera etapa de la historia de la Escuela de Artes y Oficios, – Julio de 1915 – se nos presenta el periodo más interesante, periodo cuya simple enumeración de los mejoramientos, perfecciones, adelantos