I. Pedro Figari en hipertexto

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 A todo se ha apelado y se apela en el esfuerzo escolar, a la instrucción, al recurso; y se omite lo esencial: la conciencia, que es lo único que puede resolver el problema individual cuanto el social, honorable y eficazmente. A todo se ha apelado y se apela en el esfuerzo escolar, a la instrucción, al recurso; y se omite lo esencial: la conciencia, que es lo único que puede resolver el problema individual cuanto el social, honorable y eficazmente.
  
-De otra parte, las más viejas creencias gratuitas, las más infecundas, pretenden aun hoy regir el proceso natural humano, orgánico, ineluctable, ineluctablemente orgánico, y, como un lujo de inteligencia, se las quiere sobreponer al juicio, a las comprobaciones de la ciencia experimental, a un mayor conocimiento de nuestro ambiente que es y no puede ser otro que la naturaleza. De ahí esta crisis total de la civilización humana en pleno apogeo de conquistas materiales y recursos, no ya de conquistas espirituales, además, que no pueden prosperar ni depararnos una mayor emancipación mental por cuanto nos sentimos aún esclavizados por las visiones pretéritas, coactos. Es tan profundo el cúmulo de errores, prejuicios y convencionalismos incrustados en la mente humana, todos tendientes a exonerarnos de nuestra condición efectiva, como si ella fuera inferior a su misma realidad soberana, que vivimos aún+De otra parte, las más viejas creencias gratuitas, las más infecundas, pretenden aun hoy regir el proceso natural humano, orgánico, ineluctable, ineluctablemente orgánico, y, como un lujo de inteligencia, se las quiere sobreponer al juicio, a las comprobaciones de la ciencia experimental, a un mayor conocimiento de nuestro ambiente que es y no puede ser otro que la naturaleza. De ahí esta crisis total de la civilización humana en pleno apogeo de conquistas materiales y recursos, no ya de conquistas espirituales, además, que no pueden prosperar ni depararnos una mayor emancipación mental por cuanto nos sentimos aún esclavizados por las visiones pretéritas, coactos. Es tan profundo el cúmulo de errores, prejuicios y convencionalismos incrustados en la mente humana, todos tendientes a exonerarnos de nuestra condición efectiva, como si ella fuera inferior a su misma realidad soberana, que vivimos aún vergonzantes en nuestra realidad real, y altaneros en nuestra ficción mental: es lo absurdo.
  
 +Quisiéramos desembarazarnos de todo eso para ver claro, y nos asalta el temor de que al ver lo que hay de cierto lo hayamos perdido todo.
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 +Por manera que, con arreglo a nuestra mentalidad, si nos atenemos a lo que tenemos y a lo que debemos, vale decir, a «lo que es», nos quedamos sin nada: no puede ser más desamparado el sesgo de dicha mentalidad. Resultaría que lo que hay de mejor y más cierto en la vida son las ilusiones, o sea el engaño, cosa que implica la aberración. No es pequeño el desvío, para que no debamos temer las consecuencias.
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 +El aturdido empirismo director, que comenzó por desconocer la preeminencia de la necesidad orgánica, ésa, esencial, fué conduciendo hacia las formas arbitrarias, y, a fuerza de andar, nos hemos habituado a adorar el recurso en sí. De esta suerte hemos llegado a considerar sin sublevarnos dentro de nuestra «civilización y cultura», las mayores subversiones, los más atroces atentados y monstruosidades. Sin que los parisinos hubiesen asado todavía para comer a un solo berlinés, amanecía el famoso Bertha lanzando bombas mortíferas sobre París, y las naciones y los hombres se hallaban más sorprendidos por la proeza técnica que por la barbarie de dicho gesto, lo que sobrepuja toda otra obliteración moral.
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 +Es que, de antiguo, con ofuscación más que salvaje estulta, se admiró la hazaña técnica sin atender a la procedencia de la necesidad o aspiración a que accedía, y ahí, en esa falsa ruta, se edificó nuestra mentalidad. Ese es el escollo donde damos testaradas, mientras la vida humana perdió sus mayores y mejores encantos. En otras palabras, es la más descarada amoralidad.
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 +Podemos estar contentos los americanos al comprobar que nos es más fácil reconquistar aquellos bienes. Al pertenecer a una modesta y sencilla familia criolla (lo que no es chica ventaja), una familia que no tiene ni quiere enredos con los de al lado, ni con los de enfrente, ni los demás del barrio humano, nos es posible vivir como es debido. Lo otro es puro quebradero de cabeza, cuando no algo peor, lo propio catastrófico.
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 +La vida plena, espontánea; la vida natural nobiliaria, digna; la conciencia específica; la verdad complexiva, comprobable, son bienes de que deseamos disfrutar los de América, para no tener que consolarnos con el paraíso artificial. ¡Dónde están el peliandro y las guitarras kirias, con su ingenuo y sano sonar pastoril, y las pipas perfumadas!...
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 +**FIN**
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 +Una vez que leí a Alí Biaba mis palabras de epílogo, lo miré ansioso, tratando de descubrir su pensamiento, y él, que comprendió mi inquietud, me dijo sonriente:
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 +---Tiene razón, mi amigo; pero vea: Le aconsejo que no se haga ilusiones, pues las verdades más sencillas son las que más cuesta hacer admitir. ¿No ve usted que en estos tiempos ni hay noticias ya de lo que es el buen sentido? No es cordura lo que hoy se busca y se quiere, sino el que se halaguen las vanidades corrientes, aunque sea con futesas y espejismos. Note usted que no hay fortalezas ni castillos más resistentes que los que ha construido el ingenio humano en su propia mente. Eso, diríase que es lo indestructible: ¿no ve que nosotros, si acaso razonamos alguna vez por casualidad, lo hacemos empotrados en esa arquitectura plateresca preconstituida, llena de arabescos?
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 +Al decir esto, sus ojos hicieron cabriolas, y Alí Biaba se echó a reír sarcástico.