I. Pedro Figari en hipertexto

¡Esta es una revisión vieja del documento!


Mezcla de razas. Manuscrito existente en el Archivo General de la Nación (Uruguay).




Mezcla de razas


Vuelven en los Estados Unidos de Norte América a preocuparse de esta cuestión: el peligro en que ponen las razas inferiores a las superiores. El profesor Madison Grant, presidente de la Sociedad Zoológica de Nueva York, entre muchos otros escritores, publica un vigoroso alegato de alarma expresando que la gran raza humana, que es para él la nórdica, declina.

Esta materia, tan ardua y de una evidente trascendentalidad, está aún en pañales. Las cuestiones antropológicas han comenzado a interesar hace apenas medio siglo, con ser de tan enorme importancia, mientras no pocas cuestiones nimias han merecido grandes cuidados, han promovido grandes conmociones, y, a veces, han cegado la atención de los rumbosos y más campanudos institutos y academias: la humanidad es así, a causa de las falsas direcciones ideológicas que la han informado.

Más de una vez, al observar aquí, en París, la cantidad de elementos étnicos exóticos que forman nido, y que pululan en esta urbe maravillosa, y al ver cómo encuentran fácilmente compañera, me he preguntado si la esterilidad de la mujer francesa no es un sabio dique puesto a esa invasión, una invasión que con gran acopio de razones el citado profesor conceptúa peor que una derrota militar.

Y entretanto que tamaño problema se plantea aquí, clamoroso, poniendo quizá en juego los destinos del pueblo francés, éste de todo se preocupa más que de éso, con ser de orden vital y así, pues, de gran enjundia.

Al ver, por un lado, a los negros atléticos, acomodándose en este paraíso terrenal, al propio tiempo que los amarillos, pequeños, de mirada oblicua, de cara ancha y chata, no por sentimentalismo sino por acto de previsión se nos ocurre que pueda muy bien producir graves perturbaciones étnicas este entrevero, de un empirismo ramplón, y que nada ni nadie nos dice ni puede decir adonde nos llevará.

La mortandad millonaria que produjo la gran guerra, ha reducido mucho a las generaciones jóvenes francesas; casi no se ven franceses jóvenes, y estos aportes raciales arbitrarios, inconsultos vienen a sustituir a aquellas generaciones sinó desaparecidas muy mermadas, formando hogares que son por lo general irregulares, y a reponer los brotes quemados por la pólvora en tantas batallas. La infecundidad de la mujer francesa, que sería a lamentar mucho por sus excelentes condiciones, viene a ser ahora plausible tal vez, ¿quién puede afirmar que no es un peligro esa fusión caprichosa, que no obedece a ninguna consideración normal?

Si hubieron podido aclararse, adelgazarse nomás, las tinieblas que reinan en el campo de la antropología; si las civilizaciones hubieran preferido la escuela de ensayo y experimentación científicas a armarse para agredir, o armarse para la defensa –, lo que supone una fácil agresividad, cuando no una agresión –, es posible que pudiera ordenarse de un modo racional este mundo, que, con ser de carne y hueso, fue por tanto tiempo desdeñado por los ilusos. Podrían entonces establecerse las condiciones de la cruza humana, según se hace con los ovinos, los bovinos y los propios porcinos; pero, el hombre quedó relegado.

Yo no siento prevenciones raciales, pero admito que es muy posible la degeneración por las cruzas inadecuadas, y me parece un colmo que un asunto de tal magnitud haya podido quedar al margen de la atención de las sociedades humanas. Es casi inconcebible tamaña improvisación.