I. Pedro Figari en hipertexto

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 inicial. Pero todos, todos tenemos un lastre de conservadores tal, que asombra. Si volvemos sobre nosotros mismos, desdoblándonos para practicar una auto-observación, un sondaje de reconocimiento, descubrimos, desde luego, un gran fondo de tenacidad, de empecinamiento, de terquedad en las ideas que hemos almacenado, transmitidas unas por la acción de la familia, otras por la escuela, otras por lecturas --- las menos por observación propia. Acordamos un crédito ilimitado á nuestras fórmulas pre constituidas, y, á veces, si penetramos más al centro, en nuestro examen, hallamos además alguna superstición infantil, en plena entraña, á la cual tributamos también los honores de una fe ciega. Estas adherencias incorporadas á nuestro cerebro, en las que la conciencia apenas toma intervención, se hallan defendidas á la vez que por su propia dureza, por el hábito, por displicencia ingénita, por la vanidad, por el amor propio, que son sus celosos alabarderos.  inicial. Pero todos, todos tenemos un lastre de conservadores tal, que asombra. Si volvemos sobre nosotros mismos, desdoblándonos para practicar una auto-observación, un sondaje de reconocimiento, descubrimos, desde luego, un gran fondo de tenacidad, de empecinamiento, de terquedad en las ideas que hemos almacenado, transmitidas unas por la acción de la familia, otras por la escuela, otras por lecturas --- las menos por observación propia. Acordamos un crédito ilimitado á nuestras fórmulas pre constituidas, y, á veces, si penetramos más al centro, en nuestro examen, hallamos además alguna superstición infantil, en plena entraña, á la cual tributamos también los honores de una fe ciega. Estas adherencias incorporadas á nuestro cerebro, en las que la conciencia apenas toma intervención, se hallan defendidas á la vez que por su propia dureza, por el hábito, por displicencia ingénita, por la vanidad, por el amor propio, que son sus celosos alabarderos. 
  
-No es de extrañar, pues, que hallen tanto obstáculo que vencer, los que intentan sustituir aquellas +No es de extrañar, pues, que hallen tanto obstáculo que vencer, las que intentan sustituir aquellas 
 cristalizaciones de cada masa encefálica, aún cuando ofrezcan en cambio otros cristales más diáfanos y de mejor calidad; ni es de extrañar tampoco, que no se haya podido reaccionar aún, plenamente, á pesar de los esfuerzos hechos, desde Beccaria á la fecha, respecto de la pena capital, que un gran pensador calificó de «sacrificio salvaje, que no expía nada».  cristalizaciones de cada masa encefálica, aún cuando ofrezcan en cambio otros cristales más diáfanos y de mejor calidad; ni es de extrañar tampoco, que no se haya podido reaccionar aún, plenamente, á pesar de los esfuerzos hechos, desde Beccaria á la fecha, respecto de la pena capital, que un gran pensador calificó de «sacrificio salvaje, que no expía nada».