I. Pedro Figari en hipertexto

¡Esta es una revisión vieja del documento!


Situación de los partidos

Tal como está planteada la lucha: la mitad del país (digamos, para aceptar las propias manifestaciones del partido del llano) está frente á la otra mitad, en pugna por la suma integral del poder.

Esto de por sí es una enormidad. Basta enunciar este antecedente, para que se vea que es por demás primitiva la composición de los elementos de la opinión pública.

Esto demuestra, desde luego, que no interesan aquí las grandes cuestiones sociales, económicas y políticas que tanto entusiasman á las sociedades adelantadas, cuestiones que tienden á ser cada vez de una mayor complejidad.

Pero cuando se agregue que esa mitad de oposición, no expone sus verdaderas aspiraciones « de oposición », limitándose á manifestar simples vaguedades declamatorias, y todavía por encima de tan extraordinario caso, se afirma que son idénticos los ideales de ambos partidos, habrá de sorprender tamaña rareza.

Ni se formulan los principios de gobierno á que habría de ceñirse dicho partido en caso de triunfo, de modo que el país, tan interesado como está en sus propios asuntos, no sabe que significado tendría tal acontecimiento.

¡Es un caso realmente original!

No son pocos de entre los mismos nacionalistas, que manifiestan no desear el triunfo de su partido, alegando distintas razones las más diversas y curiosas, sin excluir las conservadoras!… Si bien hay que desconfiar de la sinceridad de estas expansiones, es preciso reconocer que tal hecho — el solo hecho de formularse, y cualquiera sea su apreciación — es un contrasentido. ¿Qué partidario puede buenamente aspirar, ó simplemente decir que aspira al fracaso de su causa? Sólo el que no tenga causa, ó el que sirva á una mala causa, ó el que no confíía en los efectos de su causa, pueden ofrecernos este espécimen tan singular de la flora política.

Lo cierto es que hay dos grandes partidos que se disputan la suma del poder.

Estos dos grandes partidos de la « familia oriental », se han batido como leones, valientemente, y hasta han disputado con acritud sobre « la culpa de sus guerras », lo que equivale á reconocer que ambos las repudian.

Esto no puede ser una consecuencia regular del funcionamiento de las institucines republicanas. Esto solo puede ser el efecto de un error. No hay oposición de ideales, ni hay oposición de intereses — de intereses legítimos, bien entendido —- ni hay ya siquiera pasiones muy vivas entre los bandos. ¿Qué significa pues esa rivalidad que se mantiene á costa de tantos sacrificios?

Yo creo que la causa de estas perturbaciones es un error de concepto, fuera de las susceptibilidades y pasiones que si no son vivas, lo mismo pueden avivarse con cualquier choque, como podrían extinguirse con solo no azuzarlas.

El error consiste, como dije antes, en no haber planteado la lucha en un orden de ideas y de principios.

Lo que interesa al país es que se dé satisfacción á sus necesidades, lo más digna, lo más directa y eficazmerite que fuera posible. ¿Por qué, pues, no hemos de reunir nuestros esfuerzos, si es verdad que tenemos las mismas aspiraciones, para servirlo, en vez de retardarlo en su marcha progresiva ¡es prodigioso! siempre progresiva, á pesar de tantos extravíos?

Si esas poderosas fuerzas divergentes aullaran sus energías para afrontar la solución de los problemas fundamentales del país dentro de la discusión, acaso, fuera más generosa de lo que podamos suponer nuestra trasformación integral.

Se dice que el partido nacionalista es el partido conservador. Desde luego, es casi anómalo que haya un partido conservador tan numeroso y animoso, en un país que empieza á vivir en la virgen América, que es la tierra prometida de la Democracia y de la Libertad; y es también raro que un partido conservador acuda con tanta frecuencia á la lucha armada. ¿No será este un error?

No puede negarse, sin embargo, que entre sus componentes hay muchos elementos liberales y avanzados, y tanto es así que algunas reformas de las más radicales, han contado con el apoyo y el voto de sus afiliados.

Lo que ocurre, en verdad, es que están confundidos los conservadores, los clericales y los liberales y avanzados, debido á la imprecisión de su programa que admite toda clase de unidades.

Podrá decirse que el partido colorado está más ó menos en iguales condiciones; pero aunque fuera así, hay que comprender que, hallándose en el ejercicio del poder, no tiene esta colectividad iguales razones para clasificar sus componentes. Y así mismo, tiende a definir cada vez más los lineamientos de su programa liberal, y ha perfilado ya lo bastante sus aspiraciones avanzadas, con reformas de índole fundamentalmente moderna.

Pero si el partido colorado en ejercicio del poder y en su situación defensiva, pudiera limitarse á hacer simples proclamas de carácter anfibológico y declamatorio, es absurdo que haga esto el partido del llano, porque pierde la única fuerza que puede darle la victoria.

Presentada en el terreno de la fuerza esta lucha tendrá siempre que darle el triunfo al partido del poder, aunque solo sea por el poder de la fuerza.

Al poder hay que compelerlo como al capital, con la única fuerza que puede vencer: las ideas.