I. Pedro Figari en hipertexto

¡Esta es una revisión vieja del documento!


Breve presentación de la significación de Pedro Figari como pensador, incorporándolo en la historia de la filosofía uruguaya, país donde sus libros no habían tenido inicialmente (y durante muchas décadas) repercusión.

Ardao, Arturo - Pedro Figari, en La filosofía en el Uruguay en el siglo XX. Fondo de Cultura Económica, México, 1956, pp. 119-128.



1. EL ARTISTA Y EL PENSADOR. Pedro Figari (1861-1938), célebre en los dominios del arte, en su condición de gran figura de la pintura americana contemporánea, es asombrosamente desconocido, en su propio país, como pensador.1) Y sin embargo, entre los desaparecidos, nadie le iguala en significación filosófica. Carlos Reyles, por ejemplo -para citar un consagrado nombre coetáneo, con el cual tiene algunos nexos ideológicos, aunque también profundas divergencias- está lejos de representar, bajo este aspecto, lo que él. El pensamiento de Rodó es, desde luego, de mayor importancia histórico-cultural, por la identificación que tuvo con un momento de la conciencia espiritual del país y aún del continente; pero sin su estructura y su elaboración del punto de vista estricto de la filosofía. El caso de Figari, único en nuestra historia artística, lo es también en nuestra historia filosófica.

Tiempo antes de que, hacia los sesenta años de edad, diera comienzo a su insólita creación pictórica, había publicado en Montevideo su primer y más importante trabajo filosófico, obra también de madurez, como que lo produjo cumplida la cincuentena. Ese trabajo -un nutrido volumen de casi seiscientas páginas titulado Arte, estética, ideal (1912)- no tuvo repercusión en nuestro medio. Traducido al francés por Charles Lesca, se publicó bajo el mismo título en París, en 1920, con prólogo de Henri Delacroix. En 1926 fue reeditada la traducción francesa, esta vez con una extensa y entusiasta nota preliminar de Desiré Roustan sobre el arte y las doctrinas de Figari. El título primitivo pasó a ser subtítulo, reemplazado por el de Essai de Philosophie Biologique, más en armonía con el contenido del libro, verdadero ensayo de filosofía general, desde un punto de vista biológicoenergetista. Aunque el acento es puesto en la estética, comprende, además, una teoría del conocimiento, una metafísica, una filosofía de la religión, una antropología filosófica, una moral.

Abramos entonces -dice Roustan, después de una referencia a los cuadros- el libro de Figari. Estaremos todavía asombrados: el índice nos promete toda una filosofía. El título nos hacía esperar reflexiones sobre el arte, la estética y el ideal, programa ya respetable. Pero observamos capítulos sobre la evolución, la vida, el ins­ tinto, la conciencia, la religión, la substancia, la libertad, una teoría de la ciencia, una crítica del cristianismo, ideas sobre el tiempo, so­ bre el progreso, sobre la inmortalidad, sobre la relación del hombre con la naturaleza. Por segunda vez nos preguntamos dónde está el centro y la más superficial lectura nos persuade de que ese centro existe, que estamos ante un pensamiento sistemático, no ante una yuxtaposición de tesis concebidas independientemente la una de la otra.2)

En otro lado anota: “Al leerlo, me pareció que yo comprendía mejor la obra del pintor. Pero los cuadros me ayudaron también a entender mejor las doctrinas.”3) La verdad es que, independientemente de esa correlación, y al margen de sus teorías estéticas, el libro de Figari se basta por sí mismo para consagrar un nombre y un prestigio en el campo de la tradición filosófica americana. Ha llegado la hora de establecerlo así.

Las ediciones francesas de Arte, estética, ideal –o Ensayo de filosofía biológica- corrieron entre nosotros la misma suerte que la española original. Igual cosa cabe decir de los otros dos valiosos libros con significación filosófica, de este pensador y artista, publicados ambos en español, en París, Cada uno de ellos con numerosísimas acotaciones gráficas del autor: El arquitecto (1928), ensayo poético filosófico, e Historia kiria (1930), intencionada narración de la vida de un pueblo imaginario.

La bibliografía de Figari se integra además con cuentos, piezas de teatro y artículos de crítica; trabajos pedagógicos en torno a la enseñanza industrial (cuya dirección ejerció), a la que concibe como la base de una educación integral; escritos jurídicos y políticos, entre los que se destaca el que recoge su campaña de prensa contra la pena de muerte, de influencia en el proceso de la abolición de ésta en el Uruguay.

2. SUBSTANCIA y ENERGÍA. Figari se formó en la Universidad de Montevideo en el período de apogeo del evolucionismo positivista, a fines del siglo. Pero luego derivó, más allá de Spencer, hacia el materialismo cientificista, irreligioso y ateo, que presidían los Haeckel, Le Dantec, Ostwald, si bien perfilándose bajo esta constelación filosófica, como un pensador de personalísimas aristas. Apoya o refuta a los nombrados, tanto como a filósofos clásicos o a los más recientes Bergson y James.

La exaltación que hace por igual del positivismo y el materialismo, no disimula su inclinación hacia el último. Así, por ejemplo:

Es debido a esta serie de esfuerzos positivistas que se va haciendo de modo que los últimos, antes de llegar a ser los primeros en la “otra” vida, vayan siendo algo ya en ésta. La ciencia materialista, con un criterio más práctico, va ordenando la evolución humana… En tanto que los fideístas se esmeran en ajustar sus cuentas con el cielo, por medio de ceremonias, los materialistas ajustan sus cuentas entre todos los hombres, en plena naturaleza… entretanto que los soñadores más o menos religiosos, mantienen petrificada en su cerebro la aspiración ancestral, los positivistas, más prácticos, van avanzando y atendiendo a las exigencias de una evolución tan compleja como es la evolución natural. No es tan pequeño, ni tan raquítico, pues, como se piensa, el ideal materialista, el que, felizmente, secundan en buena parte también los creyentes, no sin dejar al efecto de lado la fe, en tal caso, para empuñar el instrumento fecundo de los ateos: la razón.4)

Dedica el libro “A la Realidad”, no admitiendo otra realidad que la de la Naturaleza. La Naturaleza, a su vez, se resume en Substancia-Energía, concepto en el que la substancia no significa otra cosa que materia, con su clásica división en orgánica e inorgánica (o anórgana). De ahí la formal y definidora definición que hace en el prefacio: “Desde el punto en que me he colocado para encarrilar este intento investigarorio, considero al hombre como una de las infinitas modalidades de la substancia y de la energía integrales, esto es, como individualidad orgánica, como un valor 'morfológico', simplemente.” 5)

Por todo esto, no parecen felices ciertos aspectos de la interpretación que Roustan ofrece de la filosofía de Figari, relacionándola por un lado con los filósofos del siglo XVIII y por otro con el panteísmo de Spinoza, sin ninguna referencia al materialismo científico de su propia época. Lo primero sólo tiene sentido en cuanto que aquellos filósofos fueron un antecedente de la antropología naturalista que floreció a fines del siglo XIX, y de la cual es que deriva, directamente, Figari. Lo segundo tiene menos sentido todavía, desde que resulta muy difícil conciliar el monismo biológico-energetista de Figari con el monismo panteísta-espiritualista de Spinoza, más allá de la coincidencia monista en sí misma, o sea el referir a un principio metafísico único la explicación integral de la realidad, de donde resulta la analogía de algunas tesis particulares.

Puede inducir a error, fuera del común monismo, la insistencia con que Figari hace uso de la noción de substancia, tan capital en la metafísica de Spinoza. Pero hay un abismo entre el concepto spinoziano de substancia y el concepto que de substancia tiene y maneja Figari. La substancia, para éste, no es otra cosa que la materia. Sólo que en lugar de materia prefiere por regla general decir substancia, con el propósito de diferenciar su doctrina del materialismo mecanicista imperante en las tendencias de las cuales partía.

“Materia y Energía”, tal era la fórmula sacramental del materialismo energetista de fines del siglo pasado y principios del que corre. “Materia y Energía” era la fórmula de nuestros Reyles, Roxlo, Rossi, entre 1910 y 1920. En la misma década, tal es también la fórmula de Figari. Pero se inclina a decir “Substancia y Energía”, o “Substancia-Energía”, porque para él la materia no es en definitiva realidad inerte, mecánicamente determinada, sino realidad viviente, integralmente sujeta a las leyes de la vida.

1) Recientemente se ha llamado la atención sobre su personalidad intelectual, bajo el ángulo de la filosofia estética: Ángel Rama, La aventura intelectual de Pedro Figari (Montevideo, 1951).
2) Pedro Figari, Essai de Philosophie Biologique (París, 1926), Introducción, p. VIII.
3) lbidem, pp, V-VI
4) Pedro Figari, Arte, estética, ideal (Montevideo, 1912), pp, 560-1.
5) lbidem, Prefacio, p. XIV.