I. Pedro Figari en hipertexto

¡Esta es una revisión vieja del documento!


Capítulo del libro Etapas de la inteligencia uruguaya, en el que Arturo Ardao analiza la producción de Figari bajo la perspectiva de dos estéticas para su producción doctrinaria y cómo su producción artística cobra sentido a la luz de esas dos estéticas. La general o teórica sobre la producción artística del hombre universal, y la particular o aplicada sobre un arte con anclaje a un lugar y un tiempo.

Ardao, Arturo - Las dos estéticas de Figari en Etapas de la inteligencia uruguaya. Departamento de Publicaciones de la Universidad de la República, Montevideo, 1968, pp. 387-390.

Las dos estéticas de Figari

La relación entre las doctrinas de Figari y su arte, es doble. Y lo es, porque aquellas doctrinas contienen dos estéticas.

Hay en Figari una estética teórica o general y una estética aplicada o particular, para decirlo con el convencionalismo del léxico académico. La primera es la expuesta en su libro Arte, estética, ideal, de 1912: una concepción filosófica del arte en cuanto tal, entroncada a toda una metafísica naturalista del ser, el conocimiento y el valor. La segunda es la de un “arte regional”, para reconstruir “la leyenda del Río de la Plata”, y tras ella la de América, que intensamente predica y realiza en los lustros siguientes.

La primera es una estética explicativa del arte, como acción universal del hombre también universal. La segunda es una estética prospectiva de un arte, como acción históricamente condicionada del hombre de una región y de una época, del hombre americano de su tiempo.

La primera es la estética del filósofo que da satisfacción a su razón especulativa. La segunda es la estética del artista que da satisfacción a su voluntad creadora.

En cuanto tales, ambas estéticas pertenecen al campo de la doctrina, es decir del pensamiento. Es recién bajo un tercer aspecto que aparece la ejecución práctica del arte de Figari, en cuanto concreto producto plástico, inmediatamente fundado en su estética aplicada, así como ésta se halla fundada en su estética teórica.

Hay una relación genética cierta. “La pintura por la pintura, yo no hubiera dado una sola pincelada: hay algo más en mi obra”, dijo el propio Figari. Ese algo más es, por lo pronto, su ideario estético de autonomía y revelación del espíritu americano. Pero es también su filosofía teórica. “Si yo no hubiera escrito ese libro –dijo de su obra de 1912– yo no hubiera podido dar ese salto”, el salto mortal de su gran aventura artística.

Esas dos frases,1) resumen las dos diferentes formas de relación entre sus doctrinas y su arte. Por un lado, la creación artística como expresión de ideales estéticos sostenidos en definitiva por ideas: “hay algo más en mi obra [ … ]”. Por otro, la reflexión filosófica como fundamento de una posición de conciencia frente al arte, de un criterio, para decirlo con su término favorito, resultante de una determinada concepción del hombre y de su sitio en el cosmos, en su individualidad y en su comunidad: “si yo no hubiera escrito ese libro [ … ].

“Ir del libro de Figari a sus cuadros y de sus cuadros a su libro –escribió Roustan– me parece el método más seguro para no perder nada del placer y del provecho que nos ofrecen”.2) Como posible reajuste de este juicio, queda pendiente la cuestión de si todas las tesis de la estética teórica de Figari concuerdan con sus realizaciones artísticas. Pero lógica y psicológicamente, la secuencia establecida es incuestionable.

Su empresa de “arte regional”, como la llamó él mismo, se apoya directamente en una doctrina de política estética, formulada al margen de su libro especulativo de 1912; pero también, indirectamente, en la doctrina de filosofía estética expuesta en dicho libro. La estética universalista, la del hombre en la naturaleza y en la historia, fundamentando la estética americanista, la de un determinado hombre en una naturaleza determinada y en una determinada historia.

Hay un punto en que plásticamente se llega a la fusión de ambas. Lo constituye la representación del hombre prehistórico, en su genésico contexto panteísta de inmersión cósmica, fraternidad animal y primitivismo social. En la memorable gestión de Figari al frente de la Escuela de Artes, de 1915 a 1917, poco antes de abandonarlo todo por la pintura, debe verse la inesperada experiencia que dio fecundidad artística a su pensamiento filosófico: “Para aprovechar de los preciosos coleccionamientos americanos que guardan el Museo de La Plata y el Museo Etnográfico de Buenos Aires, han ido la Dirección, sus colaboradores, maestros y alumnos de la Escuela a estudiarlos y a tomar nota de los mismos”.3)

Esa síntesis estética culmina en los notables dibujos que ilustran la poesía filosófica de El Arquitecto, libro de 1928, y la utópica narración de Historia kiria, libro de 1930.

“Pero Figari no es sólo pintor, es un poeta y un filósofo, sumamente rico de ideas y de impresiones nuevas”, escribía Pillement en 1930. “Limitémonos a señalar que sus investigaciones sobre los orígenes del arte, lo han conducido a intentar hacer revivir el hombre de la prehistoria. El Arquitecto está ilustrado de una infinidad de pequeños dibujos representando al hombre prehistórico y a animales que, a modo de viñetas, separan los unos de

1) Delia Figari de Herrera, Tan fuerte como el sentimiento, Buenos Aires, 1958, págs. 31 Y 36.
2) Desiré Roustan “El arte y las doctrinas de Pedro Figari”, prólogo a la segunda edición francesa de Arte, estética, ideal, publicada con el título de Essai de philosophie biologique, París, 1926.
3) Pedro Figari, Educación y Arte, recopi!ación póstuma, Montevideo, 1965, pág. 80.