I. Pedro Figari en hipertexto

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-Borges, Jorge Luis - {{:figari:otros_documentos:borges_-_figari.pdf|Figari. Nuevos valores plásticos de América Nº 1}}. Ediciones Alfa, Buenos Aires, 1930.+Borges, Jorge Luis - {{:figari:otros_documentos:borges_figari_alfa.pdf|Figari. Nuevos valores plásticos de América Nº 1}}. Ediciones Alfa, Buenos Aires, 1930.
  
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 Figari, pinta la memoria argentina. Digo //argentina// y esa designación no es un olvido anexionista del Uruguay, sino una irreprochable mención del Río de la Plata que, a diferencia del metafórico de la muerte, conoce dos orillas: tan argentina la una como la otra, tan preferidas Figari, pinta la memoria argentina. Digo //argentina// y esa designación no es un olvido anexionista del Uruguay, sino una irreprochable mención del Río de la Plata que, a diferencia del metafórico de la muerte, conoce dos orillas: tan argentina la una como la otra, tan preferidas
-por mi esperanza las dos. Memoria es implicación de pasado. Yo afirmo --- sin remilgado temor ni novelero amor ele la paradoja --- que solamente los países nuevos tienen pasado: es decir, recuerdo autobiográfico de él; es decir, tienen historia viva. Si el tiempo es sucesión, debemos reconocer que donde densidad mayor hay de+por mi esperanza las dos. Memoria es implicación de pasado. Yo afirmo --- sin remilgado temor ni novelero amor ele la paradoja --- que solamente los países nuevos tienen pasado: es decir, recuerdo autobiográfico de él; es decir, tienen historia viva. Si el tiempo es sucesión, debemos reconocer que donde densidad mayor hay de hechos, más tiempo corre y que el más caudaloso es el de este inconsecuente lado del mundo. La conquista y la colonización se estos reinos --- cuatro fortines temerosos de barro prendidos en la costa y vigilados por el pendiente horizonte, arco disparador ele malones --- fueron de tan efímera operación que un abuelo mío, en 1872, pudo comandar la última batalla de importancia contra los indios, realizando, después de la mitad del siglo diez y nueve, obra conquistadora del diez y seis. Sin embargo, ¿a qué traer destinos ya muertos. Yo no he sentido el liviano tiempo en Granada, a la sombra ele torres cientos de veces más antiguas que las higueras y sí en Pampa y Triunvirato: insípido lugar de tejas anglizantes ahora, de hornos humosos de ladrillos hace tres años, de potreros caóticos hace cinco. El tiempo --- emoción europea de hombres munerosos de días, y como su vindicación y corona --- es de más impudente circulación en estas repúblicas. Los jóvenes, a su pesar lo sienten. Aquí somos del mismo tiempo que el tiempo, somos hermanos de él. 
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 +Hablé de la memoria argentina y siento que una suerte de pudor defiende ese tema y que abundar en él es traición. Porque en esta casa ele América los hombres de las naciones del mundo se han conjurado para desaparecer en el hombre nuevo, que no es ninguno de nosotros aún y que predecimos argentino, para irnos acercando así a la esperanza. Es una conjuración de estilo no usado: pródiga aventura de estirpes, no para perdurar sino para que las ignoren al fin: sangres que buscan noche. El criollo es de los conjurados. El criollo que formó la entera nación, ha preferido ser uno de muchos, ahora. Para que honras mayores sean en esta tierra,  
 +tiene que olvidar honras. Su recuerdo es casi un remordimiento, un reproche de cosas abandonadas sin la intercesión del adiós. Es recuerdo que se recata, pues el destino criollo así lo requiere, para la cortesía y perfección de su sacrificio. Figari es la tentación pura de ese recuerdo. 
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 +Esas inmemorialidades criollas --- el mate compartido de la amistad, la caoba que en perenne hoguera de frescura parece arder, el ombú de triple devoción de dar sombra, de ser reconocido de lejos y de ser pastor de los pájaros, la delicada puerta cancel de hierro, el patio que es ocasión de serenidad, rosa para los días, el malón de aire del viento sur que deja una flor de cardo en el zaguán --- son reliquias familiares ahora. Son cosas del recuerdo, aunque duren, y ya sabemos que la manera del recuerdo es la lírica. La obra de Figari es la lírica. 
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 +La misma brevedad de sus telas condice con el afecto familiar que las ha dictado: no sólo en el idioma tiene connotación de cariño el diminutivo. Esa, también, puede ser la íntima razón de su gracia: es uno de los riesgos generosos de la pasión el bromear con su objeto, y es modestia 
 +del criollo recatar en burla el sentir. La publicidad de la épica y de la oratoria nunca nos encontró: siempre la versión lírica pudo más. Ningún pintor como Figari para ella. Su labor --- salvamento de delicados instantes, recuperaciún de fiestas antiguas, tan felices que hasta su pintada felicidad basta para rescatar el pesar de que ya no sean, y de que no seamos en ellas --- prefiere los colores dichosos. Es enteramente de noticias confidenciales, de magias, de diabluras. Sus protagonistas --- el unitario afantasmado por la zozobra, el notorio chaleco punzó del buen federal, el negro que se esconde en la zafaduría, en el coraje y en el bochinche como para que no miren que es negro, el //compadre deshecho//, relampagueado en líneas quebradas, el paredón sin revocar, el campo, la luna, --- viven como en los sueños, sobreviven como en la música de ese ayer. Sólo las tiernas y minuciosas noticias de Carlos Enrique Pellegrini pueden 
 +equiparársele. 
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 +Esto es lo que yo quería decir. Figari, presente en méritos de luz, está en las páginas siguientes que absuelven este prefacio inútil. 
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 +                                              JORGE LUIS BORGES