I. Pedro Figari en hipertexto

¡Esta es una revisión vieja del documento!


Nota periodística a partir de una exposición en el recién inaugurado Museo Figari de Montevideo.

Di Maggio, Nelson - Conociendo un poco más a Figari, en Visión Universitaria, 30 de junio de 2010.

Conociendo un poco más a Figari Nelson Di Maggio 30 de junio de 2010

Es harto sabido que Figari (Pedro Luis Pablo Figari, como fue solemnemente bautizado), nacido en 1861, el mismo año que el pintor José Miguel Pallejá, fue muchos hombres en un solo hombre: abogado, periodista, diputado, embajador, gestor cultural, escritor, dramaturgo, filósofo, docente. También, en su relativamente corta trayectoria artística (en rigor, 16 años, ya sexagenario, entre 1918 y 1934), dejó cerca de cuatro mil cartones y cientos de dibujos e ilustraciones de un amplio registro temático.

Aunque conocido y estimado por las series referidas al candombe y el negro, el gaucho y los paisajes a cielo abierto, los salones de la sociedad patricia colonial, todos vistos a la luz del recuerdo de recuerdos, de los cuentos que oyó en la infancia, con talante festivo y socarrón, la realidad inmediata no le fue ajena (las lavanderas de Malvín y las calles de Montevideo, de sus comienzos), la historia patria, los indios, el tango, los toros, paisajes venecianos, autorretratos y, en particular, las series utópicas (los kirios y el libro correspondiente, Historia Kiria, 1930) y los Trogloditas (El hombre de las cavernas, vida primaria, escribió), curiosa expresión pictórica que ahora exhibe el Museo Figari (en formación), durante los meses de junio y julio. Son trabajos provenientes de distintas colecciones privadas y públicas (el Museo Blanes posee un centenar, el de Artes Visuales, una treintena y el Histórico, una veintena, en una inútil dispersión que habría que reunir de una buena vez).

Personalidad más compleja y elusiva de lo que habitualmente se cree, sobre la cual se han escrito abundantes estudios, sigue, aún hoy, ejerciendo un sostenido atractivo al investigador por sus zonas misteriosas a develar. Es casi unánime la referencia al impresionismo y el posimpresionismo de Bonnard y Vuillard. Si son plausibles esas influencias a las que habría que incluir a Monet y su manera de trabajar en series, no se proyectan en solitario. Hermes Anglada y Camarasa, con exposiciones en Montevideo y Buenos Aires en la segunda década del siglo XX, se desliza a través de formas y riqueza cromática y lo hace en el ADN de un artista que corre a la búsqueda de sí mismo.

Más aún. Son dos maestros de la vanguardia internacional, no citados hasta hoy, el primer Mondrian figurativo, y el suizo Ferdinand Hodler que reclaman la atención. De ambos son visibles las bandas de nubes en los inmensos cielos que se despliegan con espesor material y geométrico así como en las fachadas de las paredes de estancias. En el Museo de Arte de Zurich un cuadro de Hodler, sorprendentemente, corre en paralelo a ciertas soluciones figarianas. Sin duda, Figari los conoció en su viaje a Europa en 1913.

Es que, la atenta observación, en el panorama de la pintura del siglo XX, Figari fue más audaz y revolucionaria. Recogió la sensibilidad del tiempo en que vivió. La engañosa e impositiva anécdota, el discurso largamente narrativo, distrae del acto de pintar. Así como estorba su pensamiento, formidable, que los exegetas se empecinan en tomar como punto de partida.

Entre la serie de los trogloditas, el cartón La idea del crimen, es ejemplifica la absorción de Figari de la dominante abstracción de las vanguardias europeas en su estadía en París y aún antes, que debió sin duda, conocer. Si los tres personajes escenifican el título del cuadro, el cielo (movedizo e irregular) y los costados laterales (grandes planos que se oponen a la verticalidad de los cactus como franjas) se resuelven en la abstracción. Y la parte superior del cuadro evoca, en una dimensión similar a Nube roja, óleo sobre cartón (!), 1907, de Mondrian en el Museo de La Haya. Afinidades estéticas o recuerdos de cuadros vistos, cercanos, como sus diligencias remiten, sin duda, a la de Van Gogh que frecuentó en la colección de Milo Beretta.

Quizá el positivista teórico no se desdoble o coincida exactamente con la libertad del pincel figariano, febril inventor de dinámicas e intrincadas pinceladas como lo demostró Juan Corradini en su notable ensayo. Lo importante es partir de la pintura misma y no del pensamiento figariano, del enfoque de un ojo crítico formado visualmente en la experimentación directa con el arte del siglo pasado, para llegar a comprender la complejidad de su estética.

No es, por cierto, una nota periodística el momento más oportuno para profundizar en estas consideraciones, anticipo de futuro para un equipo de investigadores, debidamente adiestrados visualmente en museos y encuentros internacionales.

Es probable que -afirma Raquel Pereda en su extensa monografía sobre Figari- la serie de los trogloditas haya sido iniciada en Buenos Aires o a comienzos de su etapa en París, o quizá antes incluso, como afirman otros tratadistas. Es difícil determinarlo. Figari no fechaba sus cuadros en general. Todo un problema para el estudioso. De cualquier manera, esos trogloditas, remiten a la prehistoria del hombre, representando la pareja primordial en el árido paisaje rocoso de las cavernas o en lo alto de un cerro, en la franqueza desnuda y ajena al pecado original, pero con una cuota de brutal salvajismo, en su total indefensión. Un sistema alegórico que se enlaza con el historial kirio, de esa búsqueda filosófica del hombre en una intrincada red de significantes y significados.

En un bienvenido boletín digital, ya en su número 2, el Museo Figari (en formación) anuncia, entre otras interesantes noticias, la adquisición, por intermedio de la Comisión Nacional del Patrimonio, de un pequeño Paisaje (24 x 32 cm.), óleo sobre cartón, firmado por Figari. Asimismo se da cuenta del deterioro de la obra Día de trilla, del Museo Histórico Nacional (se encuentra en calidad de préstamo en el Museo Figari) que amerita una restauración. No debe ser ajena a las condiciones de conservación en que se encuentra la mayoría del acervo de los museos sin un sistema adecuado de regulación ambiental.

Para las vacaciones de invierno, el Museo Figari realiza un taller, teórico y práctico, para familias, partiendo de las obras de Figari, a cargo de Fabricio Guaragna, los sábados 3 y 10 de julio de 14.00 a 16.00, en Juan C. Gómez 1427, con cupos limitados. El Museo Figari (en formación) amplió su horario: lunes a viernes de 13.00 a 18.00 y sábado de 10.00 a 14.00 (si no coincide con la participación uruguaya en el mundial sudafricano).