I. Pedro Figari en hipertexto

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 En fin, por convencido que esté de la importancia vital del arte Figari, comparando la misión del arte con la de la ciencia enuncia la conclusión, b!en asombrosa en un artista, de que es necesario colocar a la Ciencia por encima de todo. Soñar, observa, es el recurso del enfermo que no puede sanar. El sabio hace conocer la realidad, el artista la hace desconocer. La hace desconocer, aún, dos veces, en el sentido de que construye un primer sueño y nos invita a soñar a propósito de su sueño. Ahora bien, la verdad vale más que la ilusión y la más pobre choza terrestre más que el más bello castillo en España. Más de una página de Figari sobre el arte, nos recuerda los pensamientos tan conocidos de Pascal sobre la diversión, «la más grande En fin, por convencido que esté de la importancia vital del arte Figari, comparando la misión del arte con la de la ciencia enuncia la conclusión, b!en asombrosa en un artista, de que es necesario colocar a la Ciencia por encima de todo. Soñar, observa, es el recurso del enfermo que no puede sanar. El sabio hace conocer la realidad, el artista la hace desconocer. La hace desconocer, aún, dos veces, en el sentido de que construye un primer sueño y nos invita a soñar a propósito de su sueño. Ahora bien, la verdad vale más que la ilusión y la más pobre choza terrestre más que el más bello castillo en España. Más de una página de Figari sobre el arte, nos recuerda los pensamientos tan conocidos de Pascal sobre la diversión, «la más grande
-de nuestras miserias». Pero el acento es menos sombrío, porque la inspiración de Figari no se alimenta en la teología severa de Port-Royal y en el dogma de una humanidad réproba, sino más bien en la filosofía del progreso que el siglo XVIII puso en sitio de honor.+de nuestras miserias». Pero el acento es menos sombrío, porque la inspiración de Figari no se alimenta en la teología severa de [[http://www.amisdeportroyal.org/societe/?Qu-est-ce-que-Port-Royal.html|Port-Royal]] y en el dogma de una humanidad réproba, sino más bien en la filosofía del progreso que el siglo XVIII puso en sitio de honor.
  
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 La misión del artista, se nos enseñaba, es proponer temas a nuestro ensueño. ¿Qué arte, mejor que el de Figari, favorece la evocación  indefinida de las imágenes? Es toda una civilización lo que él ha querido salvar. En los países jóvenes, las costumbres, la organización social, el aspecto de las ciudades y aun de la campaña, se transforman tan rápida y profundamente, por otra parte el culto del pasado es tan raro, que el olvido amenaza sepultar épocas todavía próximas, como esa vegetación invasora que en ciertas regiones del Brasil, recubre las La misión del artista, se nos enseñaba, es proponer temas a nuestro ensueño. ¿Qué arte, mejor que el de Figari, favorece la evocación  indefinida de las imágenes? Es toda una civilización lo que él ha querido salvar. En los países jóvenes, las costumbres, la organización social, el aspecto de las ciudades y aun de la campaña, se transforman tan rápida y profundamente, por otra parte el culto del pasado es tan raro, que el olvido amenaza sepultar épocas todavía próximas, como esa vegetación invasora que en ciertas regiones del Brasil, recubre las
-ciudades abandonadas. Recorriendo las anchas avenidas del sur de Buenos Aires, ¿qué joven argentino sospecharía lo que me refirió un francés, hombre de edad, que posee allí su residencia y se acuerda de haberla atrincherado, hace unos cincuenta años, ante la inminencia de un ataque de indios? El viajero que admira hoy los espléndidos jardines y los palacios de Palermo ¿puede imaginarse que la austera casa de Rosas se levantaba todavía en ese lugar a fines del siglo pasado, no lejos de los cuarteles donde residía su guardia negra y de las miserables casas de las mujeres de los soldados? Es toda la vida americana, desde la prehistoria, todo el folklore de la Argentina y el Uruguay, todo lo que las generaciones desaparecidas o en vía de desaparecer han contemplado y sentido, lo que Figari disputa al aniquilamiento.+ciudades abandonadas. Recorriendo las anchas avenidas del sur de [[http://mapa.buenosaires.gov.ar/|Buenos Aires]], ¿qué joven argentino sospecharía lo que me refirió un francés, hombre de edad, que posee allí su residencia y se acuerda de haberla atrincherado, hace unos cincuenta años, ante la inminencia de un ataque de indios? El viajero que admira hoy los espléndidos jardines y los palacios de Palermo ¿puede imaginarse que la austera casa de Rosas se levantaba todavía en ese lugar a fines del siglo pasado, no lejos de los cuarteles donde residía su guardia negra y de las miserables casas de las mujeres de los soldados? Es toda la vida americana, desde la prehistoria, todo el folklore de la Argentina y el Uruguay, todo lo que las generaciones desaparecidas o en vía de desaparecer han contemplado y sentido, lo que Figari disputa al aniquilamiento.
  
 Para despertar tantos recuerdos prestos a evaporarse, su medio no es la imitación servil. El estético nos ha dicho por qué. La fotografía no incita bastante al ensueño. A las escenas que tienen una fecha precisa, Figari prefiere escenas //tipos//, que hacen revivir no un instante, sino una época. No desprecia, por cierto, la verdad histórica, pero detesta esa minucia que nos impide sobrepasar nuestra percepción por la fantasía y embrida nuestra imaginación. Para despertar tantos recuerdos prestos a evaporarse, su medio no es la imitación servil. El estético nos ha dicho por qué. La fotografía no incita bastante al ensueño. A las escenas que tienen una fecha precisa, Figari prefiere escenas //tipos//, que hacen revivir no un instante, sino una época. No desprecia, por cierto, la verdad histórica, pero detesta esa minucia que nos impide sobrepasar nuestra percepción por la fantasía y embrida nuestra imaginación.
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 Para que la obra posea ese poder de evocación, que es su razón de ser, es necesario, ante todo, que el detalle esté despiadadamente subordinado a la impresión dominante que el artista quiere provocar. Ahí está el rasgo más característico del talento de Figari. Lo que impresiona en sus cuadros, es el desprecio voluntario del detalle que no concurre al efecto de conjunto. Ha formulado esta regla: «El esfuerzo artístico debe ser hecho con la mayor unidad posible, a fin de Para que la obra posea ese poder de evocación, que es su razón de ser, es necesario, ante todo, que el detalle esté despiadadamente subordinado a la impresión dominante que el artista quiere provocar. Ahí está el rasgo más característico del talento de Figari. Lo que impresiona en sus cuadros, es el desprecio voluntario del detalle que no concurre al efecto de conjunto. Ha formulado esta regla: «El esfuerzo artístico debe ser hecho con la mayor unidad posible, a fin de
 alcanzar su máximum de intensidad». Y se ajusta a este precepto con intransigencia. No es que su técnica sea rudimentaria. Tal cielo, a la vez azul y lechoso, que se extiende por encima de sus ranchos, es de una notación tan precisa, que nadie podría acusarlo justamente de contentarse con lo aproximado. Pero, lo que no es central, esencial, no tiene derecho a acaparar nuestra atención por una ejecución demasiado terminada. He aquí perros en una pobre calle donde charlan y discuten //chinas//: no han costado al pintor más que dos golpes de pincel apenas cuidados, no merecen más. Esos negros tienen por cabeza una mancha de betún hendida por una raya blanca, resplandor de su dentadura.sana en aquel contorno de oscuridad. He aquí gauchos y mujeres ataviadas con sus vestidos de fiesta que danzan bajo árboles alcanzar su máximum de intensidad». Y se ajusta a este precepto con intransigencia. No es que su técnica sea rudimentaria. Tal cielo, a la vez azul y lechoso, que se extiende por encima de sus ranchos, es de una notación tan precisa, que nadie podría acusarlo justamente de contentarse con lo aproximado. Pero, lo que no es central, esencial, no tiene derecho a acaparar nuestra atención por una ejecución demasiado terminada. He aquí perros en una pobre calle donde charlan y discuten //chinas//: no han costado al pintor más que dos golpes de pincel apenas cuidados, no merecen más. Esos negros tienen por cabeza una mancha de betún hendida por una raya blanca, resplandor de su dentadura.sana en aquel contorno de oscuridad. He aquí gauchos y mujeres ataviadas con sus vestidos de fiesta que danzan bajo árboles
-cargados de naranjas. No miremos esos frutos como se examina una naturaleza muerta. No veamos más que la relación de esa alegría humana con esa exuberancia de la naturaleza: esos árboles no serían tan fecundos, sus ramas no se torcerían con tanta fantasía armoniosa+cargados de naranjas. No miremos esos frutos como se examina una naturaleza muerta. No veamos más que la relación de esa alegría humana con esa exuberancia de la naturaleza: esos árboles no serían tan fecundos, sus ramas no se torcerían con tanta fantasía armoniosa si la vida fuese más ruda a estos seres simples y fuertes. Es la fiesta de sus almas lo que arroja en el follaje estos frutos dorados. 
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 +Ese desprecio del detalle secundario proviene en Figari de una concepción, muy justa, parece, del género de verdad a que un pintor debe pretender. Un [[http://es.wikipedia.org/wiki/William-Adolphe_Bouguereau|Bouguereau]] da un valor casi igual a todos los detalles. Ni una mano que no sea minuciosamente tratada, donde no se pueda admirar la fineza de los dedos y la coloración de las uñas, ni una hoja que no sea «estudiada». Pero, ¿qué decir del conjunto? Creo ver todavía una tela de grandes dimensiones, sobre la cual este hábil dibujante ha representado mujeres casi desnudas, jugueteando en medio de arbustos sin que ninguno las rasguñe, pisando una tierra que no deja ninguna señal sobre su piel inmutablemente rosa. Cada detalle parece verdadero y el conjunto es una completa mentira. ¡Cuánto más me gusta Figari proclamando con sequedad: «Un cuadro no es un inventario»! 
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 +La psicología nos enseña por qué el descuido de un gran número de detalles es en el fondo más verdadero que una solicitud igualmente repartida. Nos enseña que no percibimos primero lo que hay de más individual en un objeto o en un ser, sino sólo la cualidad saliente, lo que responde a nuestra necesidad, a nuestra curiosidad del momento. Lo que no interesa es apenas entrevisto. ¿Por qué dar a lo que se observa confusamente la misma precisión de contorno, la misma riqueza de contenido que a las representaciones mejor iluminadas de nuestra conciencia? Si la verdad de una pintura reside en su conformidad a nuestra experiencia inmediata, a nuestra toma de posesión directa del universo, la pintura de Figari es verdadera. ¿Cómo se le reprocharía sacrificar lo que espontáneamente la percepción sacrifica, representar por ejemplo, sobre un rincón de cuadro por un simple trazo negro, ese gato que huye? Es en verdad así que se me 
 +aparece un pobre animal, sin interés actual, que bruscamente atraviesa el margen semi-oscuro de mi campo visual. Sin duda, si estuviese inmóvil, cerca mío, bien iluminado, lo vería de otro modo, notaría el matiz de sus ojos, la flexibilidad de su actitud, la amenaza de sus uñas. Pero está lejos, corre, no es más que un trazo, una especie de proyectil que raya el horizonte. ¿Por qué pintarlo de otro modo? 
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 +El error está en aislar el pequeño fragmento de un cuadro y juzgarlo en sí. ¿Por qué no armarse de una fuerte lupa para apreciar separadamente cada milímetro cuadrado? Entonces cada visión sería la de una aspereza de la tela o del cartón, de un empaste de color sin significación. Así contemplamos el mundo según ciertos teólogos, que explican de esta manera por qué su belleza se nos escapa. Para estimar en su valor la obra de Figari, no sólo no conviene examinar 
 +por separado tal o cual detalle de un cuadro sino que hasta no debiéramos resignarnos a separar un cuadro de sus hermanos. Deseamos que se agrupe un día en un álbum una colección bastante amplia de reproducciones bien escogidas, para que nos sea permitido restituir a cada imagen su indispensable contexto. Los cuadros de un artista están condenados a dispersarse, a fin de llevar a un gran número de moradas un poco de luz, de belleza y de sueño. Un álbum 
 +atenuaría el perjuicio de la mutilación que sufren inevitablemente alejándose los unos de los otros. Nos ayudaría a comprender que esta pintura simboliza una concepción de las cosas y de la vida, que no es sólo un goce para los ojos, sino también una alegría para el espíritu, porque expresa lo que los antiguos llamaban con un bello nombre, una sabiduría. 
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 +                                             DÉSIRÉ ROUSTAN 
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 +Diciembre 1925. 
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