I. Pedro Figari en hipertexto

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Peluffo Linari, Gabriel - "Pedro Figari: crítica de la vanguardia y utopía de la memoria". Conferencia en Museo de Arte Latinoamericano de Houston (Texas, EEUU), 2005 (publicada en inglés en el catálogo de la exposición).


Pedro Figari: crítica de la vanguardia y utopía de la memoria.
Gabriel Peluffo Linari
2004


Al finalizar el mes de febrero de 1934 regresaba a Montevideo el doctor Pedro Figari, artista y pensador uruguayo que había permanecido nueve años en París. Sólo dos meses después, arribaría también el maestro Joaquín Torres García, proveniente de Madrid, luego de largas estadías en Cataluña, Nueva York, Italia y Francia.

Estos dos regresos tan cercanos en el tiempo, suponen sin embargo antecedentes muy distintos en lo que atañe a las relaciones de la cultura rioplatense con el ámbito europeo de las vanguardias.

Si bien aquí me ocuparé fundamentalmente de la pintura y el pensamiento de Pedro Figari, quiero comenzar por establecer algunas líneas comparativas con Torres García dada la contemporaneidad de estos dos artistas, signada por una actuación que rebasa los límites del arte, para abarcar la esfera del trabajo pedagógico, de la prédica social y del pensamiento filosófico. Aún cuando en cada uno de esos campos sus diferencias personales han sido notorias, existen ciertos paralelismos que me parece interesante señalar.

En primer lugar hay un sentimiento epocal que ambos comparten: la necesidad de brindar una coherencia integradora a la experiencia de la modernidad a través de los instrumentos específicos de la cultura. Esto no es novedad, ya que es uno de los aspectos sustanciales que alimenta el debate ideológico europeo a principios del siglo XX, y sobre el cual las vanguardias históricas pretenderán construir el modelo de una utópica integración del arte con la vida.

El intento de responder a este problema, tanto en Joaquín Torres García como en Pedro Figari, les conduce a una concepción ampliada del arte. En el primero esta concepción toma forma a través de la doctrina del “clasicismo moderno”, basada en una tradición del saber que se sustenta en invariantes universales, con nutrientes en la filosofía idealista de raíz platónica. En el caso de Figari, en cambio, dicha concepción ampliada tiene un carácter netamente instrumental, al servicio de ideas positivistas: es arte todo lo que implique “ingenio en acción” –según la terminología usada por el propio Figari 1)– tendiente al mejoramiento de la especie humana. No conviene olvidar, sin embargo, que Torres García también vendrá a decirnos que las esquemáticas imágenes del Plan Cósmico con las que opera su Arte Constructivo desbordan la índole del arte. “Por eso -dice Torres- yo llamaría al Arte constructivo 'Acto Humano'.” 2)

Existen entonces aquí dos visiones paralelas en cierto modo antagónicas del hombre abstracto (figuras 1 a 4).

Ángel Rama sostiene que “Figari busca en sus dibujos y pinturas al hombre que acaba de romper con el anterior eslabón biológico y ostenta aún las esencias humanas de las cuales se debe partir para cualquier intento de sociedad organizada. En ese tan limitado y concreto hombre primitivo Figari veía al hombre en abstracto” 3). Hombre abstracto es, en este caso, sinónimo de hombre arcaico; una referencia indirecta a las mitologías evolucionistas del origen humano. Muy diferente, sin duda, es el concepto de hombre abstracto en Torres García, despojado de todo historicismo, de todo biologicismo, y sustentado únicamente en la idea de Tradición Universal, que no remite a una mitología, sino a una metafísica del origen y a una evolución que no resulta de la acumulación aditiva de conocimientos, sino de la filtración sustractiva de esencias intelectuales.

Ambos pintores coinciden, sin embargo, en que una utopía americanista debe recurrir, de alguna manera, a la matriz primitivista. La crítica de Figari a la balcanización del mundo contemporáneo le lleva a reivindicar la sencillez y la integridad implícitas en el estado primigenio de la humanidad. No propone una involución programática hacia la prehistoria, busca poner de relieve la utilidad y la vigencia que él encuentra en las enseñanzas de una vida en estado primario. “Hoy nos conmueve –dice Figari en su poemario El Arquitecto– pensar en la ósea sencillez de la vida primaria, simple, sobria, ruda, recta y eficiente…”. 4)

Volveremos luego para analizar con detención esta visión del mundo arcaico en su pintura y en sus ideas. Pero Torres García también lleva agua para su propio molino del primitivismo al decir: ”(Debemos) volver en cierto sentido a la prehistoria (……) y ser lo que no hemos sido jamás: unos primitivos. Sólo así nos nutriremos –tal como debe ser– de las esencias de la tierra y sólo así conoceremos qué es el arte en sí mismo, cuál es su íntima función y cuáles son sus elementos indispensables”. 5)

Estos dos artistas, al reflexionar acerca de una definición ampliada del arte, dejan deslizar en sus discursos comentarios indirectamente relacionados con la tesis de “la muerte del arte”. En Torres García esto se sugiere a través de la inflación histórica de su propia definición: “El Arte Constructivo –dice Torres– al entrar en su fase Cósmica dejará de ser Arte”. 6) En Figari la idea de la muerte del arte queda latente en su paulatina sustitución por los procesos racionales de la industria y de la ciencia, ya que el arte, a su juicio, converge teleológicamente con las matrices del conocimiento científico.

En los dos casos –en la mirada antropológica de Figari y en la metafísica de Torres García– se niega o se invierte el sentido eurocéntrico del discurso primitivista, tanto en su acepción romántica de huída de la modernidad, como en su acepción esteticista practicada por las vanguardias artísticas de entreguerras.

Es como enamorado de la leyenda racial rioplatina que me apliqué a pintar, pretendiendo colocarla en su propio ropaje y en su ambiente propio”.

Pedro Figari.

Pedro Figari fue un destacado abogado, pensador y polemista uruguayo de la llamada Generación del Novecientos. Nacido en 1861, Figari aparece públicamente antes de 1900 como Defensor de Pobres en lo Penal, más tarde como reformador de la Escuela de Artes y Oficios entre 1910 y 1917; como político que predicó la abolición de la pena de muerte en 1909; como humanista y filósofo al publicar su primer ensayo en 1911: “Arte, Estética, Ideal”. Vivió en Buenos Aires desde 1919 hasta 1925, año en que se trasladó a París, donde se estableció hasta 1934, logrando en esos veinticinco años concretar la etapa más prolífica de su vida como pintor, poeta y también narrador.

Pertenece a una promoción de universitarios formada en el positivismo spenceriano, pero buscó el compromiso de un idealismo moral y de un criticismo político-cultural para contribuir a corregir el proceso de la modernidad, en la cual –según sus propias palabras– “el hombre ha dejado de ser la medida de todas las cosas”. Es precisamente este criticismo –aunque no sea visible a primera vista en su pintura– lo que le lleva a cuestionar el curso de la civilización sin descreer nunca del progreso inherente al pensamiento positivista. Es así que llega a decir: “Nuestra abigarrada civilización multicéfala, incongruente, grotesca… desconecta la vida humana de la realidad sustancial”… “Es un fenómeno de desconexión entre ideología y realidad lo que nos tiene aturdidos en el mundo, sin saber qué pensar, qué decir y qué hacer…” 7)

La superación de estas “desviaciones” en la evolución, Figari la supedita a la posibilidad de reconstruir la unidad antropológica entre modo de ser y modo de hacer, mediante una mirada nueva a la “vida primaria” y a las prácticas culturales de las comunidades primitivas. Pero quiero subrrayar que esta utopía figariana nace de la crítica a lo que él consideraba una realidad distópica impuesta por la modernidad, y tiene por objeto revertir este proceso.

1) Pedro Figari. “Arte, Técnica, Crítica”. Revista de la Asociación Politécnica del Uruguay. Peña Hnos. Impresores. Montevideo. 1914. Pág. 11.
2) Joaquín Torres García. “La Recuperación del Objeto”. Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias. Montevideo. 1952, pp. 88-89.
3) Ángel Rama. “La Aventura intelectual de Figari”. Ediciones Fábula. Montevideo. 1951, p. 27.
4) Pedro Figari. “El Arquitecto. Ensayo poético con acotaciones gráficas”. Edition “Le Livre Libre”. París. 1928.
5) Joaquín Torres García. “Mi opinión sobre la exposición de artistas norteamericanos”. Publicaciones de la AAC. Montevideo. 1942, p.18.
6) Joaquín Torres García. “La Recuperación del Objeto”. Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias. Montevideo. 1952, p. 88.
7) Pedro Figari. Carta a Alberto Lasplaces (desde París). Publicada en la revista “Cruz del Sur”. Enero/Febrero de 1928. Montevideo.