I. Pedro Figari en hipertexto

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Figari, Pedro - Una carta de Pedro Figari. Sus contenidos americanistas, en La Pluma, año IV, vol. 14, Montevideo, abril de 1930, pp. 35-36.



Una carta de Pedro Figari
Sus contenidos americanistas

Señor don Alberto Zum Felde, director de LA PLUMA.

Montevideo.

Mi apreciado compatriota y amigo:

Bien que no lea casi nada de lo que se publica por allá, por cuanto no estoy habilitado para subscripciones, ni me hacen envío alguno, sé, por referencias, que hace usted una campaña vigorosa, valiente, y no por eso menos juiciosa, en el sentido de contribuir a la formación de un criterio autónomo, sano, fuerte, dispuesto a prosperar. Es el primer deber a cumplirse allá, en esa América de la que tanto se espera y la que tanto podrá, si se apresta para la obra. Al decir esto, “obra”, supondrá que me refiero a la propia, puesto que lo otro, por un vicio de lenguaje, también se la denomina así, bien que mejor fuese llamarla de otra manera, dado que por muchas vueltas que se den, eso es hacer el papel del mono.

Claro que en esto, como en todo, conviene prevenirse contra los excesos y las extravagancias, no ya contra las chaturas, lo banal y lo necio.

Es muy fácil impacientarse y acudir a soluciones prontas, poco meditadas, poco bien meditadas mejor dicho, puesto que no basta meditar sino que ha de hacerse con libertad mental y, además, con acierto, lo que no es fácil, dada la suma de errores que han cuajado en la mentalidad humana, tan ortodoxa, y que circulan como moneda corriente.

Pienso que la mejor manera de apercibirnos para abordar la obra de nuestra cultura es la de una verificación sesuda, no ya independiente de reatos de cualquiera clase que sean, antes que dejarse ir a la zaga de las conclusiones de moda, sean fórmulas, frases o principios, más o menos consagrados, desde que lo que nos es menester es un criterio, un criterio americano. Lo otro nos colocaría como tributarlos eternos de las viejas culturas foráneas, las mismas que se hallan en conflicto, azozobradas. (“L' Autre Europe”, Luc Durtain, Nouv. Rev Française, pág. 335, 14e Éd.).

No es tampoco repudiando lo extraño, por altanería, lo que hemos de hacer como más juicioso, sino una selección atinada, libre, libérrima, honesta por lo mismo, que nos permita hacer lo más y lo mejor posible. Por de pronto, yo me opongo al repudio de los valores tradicionales como al absurdo, y me resisto a una reverencia incondicional de los mismos. Creo que ahí, en ese rico y glorioso sector hay que hurgar, y mucho, lo propio que en todos los demás. A veces, una enseñanza preciosa, se debe al error, viejo maestro.

A medida que veo, compulso y medito, voy formándome una idea más clara acerca de que es lo elemental lo más difícil de comprender. Parece que el hombre, a fuerza de presumir, no se conforma con lo sencillo y va en busca de los más intrincados encajes mentales, creyendo que ahí está la ciencia, la sabiduría, esa que nos muestra a los demás seres de la naturaleza eforma llana, Iógica, sedante, mientras nos deja ver a los pueblos más civilizados