Don Pedro Figari, por Ricardo Güiraldes, en Martín Fierro, segunda época, año I, nº 8 y 9, Buenos Aires, agosto/setiembre de 1924


Don Pedro Figari


Se ha cerrado hace pocos días la exposición del pintor Pedro Figari. La prensa, y en particular los grandes diarios, han dado cuenta de este acontecimiento artístico.

El catálogo de las obras expuestas este año, lleva agregado un compacto comentario crítico, en que se revela el asombro y entusiasmo con que fué acogida la aparición del gran pintor en Buenos Aires, París y Montevideo. Este asombro y este entusiasmo están plenamente justificados. Primero: Figari traía sujetos intactos (saIones patricios, candombes, tropillas, bailes camperos, etc.) que nos tocan directamente. Segundo: el modo de tratar estos sujetos no sólo era de una sincera originalidad, sino de una belleza de materia y audacia en la resolución que merecían el calificativo de magistrales.

En aquella irrupción de entusiasmo algunas voces de oposición se manifestaban limitándose las más de las veces en señalar una no conformidad. Ahora so oye mejor la protesta pertinaz.¿Qué reproche o ataque pueden dirigirse contra Figari? Desgraciadamente no lo sabemos, ni es la franqueza una característica de los negadores porteños. Se prefiere a una actitud hostil pero neta, al medio elogio despectivo, la frase de perfil, o Ia ridiculización en los pequeños cenáculos de fracasados.

Una obra como la de don Pedro Figari ejerce, por su simple presencia, una serie de influencias que no fueron buscadas por el autor. El solo hecho de sacar a Ia luz una tan grande variedad de motivos que otros rechazaron, demuestra que esos otros no supieron ver lo que tenían más cerca. (…)