I. Pedro Figari en hipertexto

DEDICATORIA

Si se tratase de un faldero, por muy feo que fuese, ya sabría a quién debo ofrecerlo; pero se trata aquí de un chimpancé más bien, con pretensiones nobiliarias, y esto se hace menos fácil. Los graves, más o menos solemnes o entenebrecidos, no lo quieren, por cuanto piensan que les está reclamando parentesco, uno de estos parentescos decepcionantes a que está expuesto cualquiera, y esto les molesta. Claro es que el simio, con sólo mirarnos, se diría que hace reflexiones juiciosas en dicho sentido; rnas, corno no acierta a formularlas, nada nos cuesta el darnos por desentendidos. Peor sería que una vieja parienta pobre de campaña nos llamase a gritos en la calle, agitando su canasta.

He pensado en diversas personas a las que, por una u otra razón, rne pareció importuno endilgarles este libro. Hasta me acordé de Carlos Chaplin, y, después de pensarlo un instante más, decidí como mejor el dedicarlo:

A LOS QUE MEDITAN SONRIENDO.

                                    P. F.