I. Pedro Figari en hipertexto

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 Trabajaba sobre cartones crudos, en cuyas superficies vírgenes hacía ingresar los colores directamente, para prevenir las intrusiones del brillo. Y profería los valores plásticos sin modelo próximo, con una imagen prefigurada por paradigma. Así, adecuándose a la divisa de su conciencia estética --"Reconstruir la leyenda del Río de la Plata"--, buscó el //tema// en nuestro pasado autóctono: para verterlo --a través de ambientes, escenas y personajes típicos-- en dinámicas estructuras, con el encantamiento solidario del //color// y la //luz//. Trabajaba sobre cartones crudos, en cuyas superficies vírgenes hacía ingresar los colores directamente, para prevenir las intrusiones del brillo. Y profería los valores plásticos sin modelo próximo, con una imagen prefigurada por paradigma. Así, adecuándose a la divisa de su conciencia estética --"Reconstruir la leyenda del Río de la Plata"--, buscó el //tema// en nuestro pasado autóctono: para verterlo --a través de ambientes, escenas y personajes típicos-- en dinámicas estructuras, con el encantamiento solidario del //color// y la //luz//.
  
-Luz, color y tema --en la frecuente comunicación del movimiento-- constituyen lo característico de esta pintura,+Luz, color y tema --en la frecuente comunicación del movimiento-- constituyen lo característico de esta pintura, que funde la //virtud plástica// y la //virtud evocatoria//. Porque Figari --y en esto reside el secreto hechizo de su arte-- creaba recordando. 
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 +El //color//, que inviste dentro de su obra poderes absolutos, cunde en manchas de sinfónica unidad, abriéndose en efusión momentánea o entornándose en medios tonos y en matices finísimos. Pero suscitando //por sí solo// ritmos y formas: de ese modo Figari, alerta a la esencial homogeneidad del conjunto, pero parco en la versión de los pormenores, con el lenguaje cromático, //exclusivamente//, compone, organiza y dibuja. Sí, dibuja también, y de manera prodigiosa, con toques discretos o esquemáticos y oportunas deformaciones, de sabia, dificilísima elocuencia. Negarle oficio o decir que no sabía dibujar, como lo han hecho algunos --aun admirándolo-- es ciega objeción. No es preciso desautorizarlos con la prehistoria académica del artista, pese a lo que la misma permitiría aducir. Porque Figari quiso //desaprenderlo todo// para manifestarse como quería. Y llegó a la grandeza con un arte nuevo y original: de consuno voluntario e inevitable. 
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 +Paralelamente, una //luz// sutil, da caución al lenguaje cromático e indemnidad a las figuras. Por ella, sobre todo, la virtud plástica se patentiza como virtud evocatoria. 
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 +Contaba Supervielle --y sus palabras han sido recogidas-- que un día dijo a Figari: "--Hay una luz mágica en sus cuadros", y que Figari le respondió: "--Es la luz del recuerdo". 
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 +Así el viejo artista se confesaba. Con emocionante laconismo. 
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 +Desde luego, todo pintor grande se alecciona en la luz real, en la luz del presente, para transfigurarla en luz propia y convertirla en valor plástico, por un segundo fíat. Pero Figari, ya sexagenario, ahondó y afinó esa luz nueva --prohibiéndose la centelleante euforia de notorios impresionistas-- con el prestigio de una antigua luz, que le cantaba desde la niñez alma adentro. De ahí una evidencia fascinadora: en su obra la memoria propone y el arte dispone, para que la nostalgia pinte. Y en ello está lo asombroso: en que la nostalgia se haga luz, no en que la luz se haga nostalgia. Esto no pasaría de mero solaz afectivo. Aquello se levanta a excepcional formulación pictórica. 
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 +También el //tema// llega del pasado: y el memorizador de la luz se dobla en el sensible memorizador de un mundo en fuga.  
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 +Cabe un paréntesis. El tema impone en la obra de Figari una americanidad de primer grado que es estrato aparente de una americanidad profunda: análoga en esencia a la de Barradas o a la de Torres, y trascendida, como en éstos (con la calidad sine qua non del arte), por un espíritu 
 +libre, ecuménico, sumario, de acento desconocido. Así Figari logró, como aquéllos, un //estilo// propio, un estilo único. Por eso la crítica ha podido compararlo, no emparentarlo, con los más disímiles pintores: Vuillard y Bonnard; Anglada, Guys, Daumier, el Aduanero Rousseau. Y no ha podido filiarlo categóricamente: pues ya lo considera un tardo epígono impresionista; o un postimpresionista vernáculo; o, más sagazmente, un representante del expresionismo. 
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 +Hechas esas salvedades sobre la ilusión que podría generarse en el tema, puede ensayarse una alusión mínima a los motivos de Figari: abarcables (sin incomunicaciones, pues son puntos de vista vigentes para un solo conjunto) por //ambientes// (en una variedad que lleva del feudo pastoril al salón colonial y federal); o por //escenas// (entre las cuales cabría rememorar los coloridos bailes criollos y los vertiginosos candombes); o por //personajes// (entre éstos --fuera del árido troglodita, el indio escaso o el compadrito superficial-- el gaucho o el patricio, que descuellan con sus complementarias, y, sobre todos, el negro: eufórico y humilde, embajador de su radiante africanía, explosivo o circunspecto, dentro de sus galas postizas o de su patética pobreza, en el rapto de la danza o en la solemnidad del velorio y del entierro). 
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 +Antes de suspender esta mirada sobre orbe tan rico, podrían invocarse otros elementos de puntual concurrencia: como los animales (desde el suficiente perro callejero y el adhesivo gato doméstico hasta la vaca telúrica, el potro aguerrido y el atónito matungo), los objetos (desde el mate universal hasta el digitado tamboril) y otras presencias profundas: el prócer ombú, los cielos sobrecogedores o sedantes, memoriosos y memorables sobre la pampa desmedida. (O pormenores como los de "Rincón colonial", donde la araña de caireles sólo aparece en el espejo; detalle que trasciende a manera de parábola: así, en el recuerdo de Figari, las imágenes, ausentes de lo inmediato, cobran mágica presencia). 
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 +Se integra al fin todo un mundo, que no decae en el realismo: porque está pintado desde //adentro//, al amparo de un hechizo en que se abrazan la virtud plástica y la virtud evocatoria, es decir, la pintura y la poesía.